Señor mío Jesucristo, nos arrodillamos ante ti, reconocemos tu presencia real en el Santísimo Sacramento. Te agradecemos por tu permanencia con nosotros y lo que nos has dado.
Con profundo dolor sentimos que tantos hombres, redimidos por ti, te olvidan, te ofenden, te ultrajan; en tantos sagrarios estás solitario y en muchos hogares no te encuentras.
Nosotros, arrepentidos de nuestros pecados, queremos en la medida de nuestras fuerzas hacerte compañía por cuantos te abandonan y comprometer contigo nuestra vida, como ofrenda y desagravio a tu Corazón pleno de amor hacia nosotros.
Así sea.