Carisma y Espiritualidad del Instituto de Religiosas Franciscanas Misioneras de la Inmaculada

NUESTRO CARISMA DE ADORACION Y REPARACION

Nuestro carisma está labrado con la voz, manos y corazón de Nuestra Madre María Francisca de las Llagas en el encuentro absoluto con el Amado que se deja descubrir en cualquier parte porque, «es planta de todo suelo», dice la Madre.

Presentamos nuestro carisma como una dulce, constante, sacrificada y necesaria EXPERIENCIA DE DIOS. La misma que es el conocimiento de un Dios presente en nosotros. Franciscanamente es el encuentro sencillo y puro de la criatura con el Dios Trino y Uno, sumamente amado, que está allí, en el Sagrario, en la naturaleza, en todas partes y sobre todo en el otro, con un rostro singular, auténtico.

Esta experiencia se funda en una profunda y efectiva fe, que nos lleva a repetir constantemente con María Francisca de las Llagas: «¡Qué bueno es Dios!, pues nos da ocasiones para prácticamente manifestarle nuestro amor…» (V 27-12-28).

¿Cuál es esa fe?, no sólo asegurar que Dios es nuestro Creador y Salvador, y reconocerle como nuestro Señor; sino desde nuestra propia experiencia, confesarle como el Señor que nos ama, que nos ha elegido, Nuestra Madre nos dice: «Nuestro Señor es quien nos ha llamado a trabajar en el campo del Padre de Familia» (P 06-02-24).

¿Cómo se llama esta elección en nuestro leguaje franciscano? Es una predilección

Escuchemos detenidamente a nuestra Madre:

“Es una predilección ser llamada a compartir en el trabajo de la Viña del Señor”. (P 15-06-30)

De tal manera esbozamos este criterio general para no abundar en explicaciones, sino más bien recalcar con gran alegría y gozo que somos obra de Dios, somos don de Dios, esto debemos tener presente todos los días, nuestra única preocupación debe ser, la respuesta al amor de un Dios tan fino y amante.

El amor no son palabras, tiene su fundamento en el sacrificio y el vencimiento propio . Para Nuestra Madre María Francisca de las Llagas, que aprendió y comprendió en la escuela del Espíritu Santo la ciencia de sufrir amando, recalca que van juntos amor y sacrificio por ello afirma que «debemos identificarnos con nuestro Esposo y ser con alegría las amantes esposas de Cristo crucificado«; y el amor implica sacrificio, pues, el sacrificio es característica del amor. “Adelante, hija mía; su ideal, y el de todas, no debe ser otro que amor y sacrificio (P 24-10-24). Nos repite constantemente.

Y es que el sacrificio es Amor, y cuando lo aceptamos como don de Dios y asumimos, como dice Nuestra Madre, las cruces y sufrimientos son llevados con verdadera paz y alegría (V 15-10-42), es vencimiento de uno mismo, reconocimiento de la propia miseria, abandono en las manos misericordiosas del Padre.

Todo sacrificio debe ser para cada una de nosotras el modo de triunfar sobre las imperfecciones para llegar al encuentro con el Señor, esto se logra cuando serenamente -con la gracia de Dios- hacemos frente a las dificultades de la vida -que son pancito de cada día, como dice Nuestra Madre «delicioso pan del cielo»-“ manantial de méritos para el cielo; cada sacrificio, cada vencimiento son el peldaño de la gran escala para subir a Dios” (V 23-02-48; P 28-11-23; P22-09-35; P 15-03-24).

Para entender lo qué es permanecer junto al Sagrario como víctimas que se ofrecen en holocausto, trazamos sin titubeos la «difícil» caminata del amor al amor porque sólo esto se necesita para vivir por amor; para IMITAR A JESUS, saborear con alegría su sacrificio; pero en absoluta HUMILDAD (P 24-03-24).

¿Qué es la humildad?, es ponerse frente a Dios y frente a los hombres con abandono total en manos del Padre y al servicio de los demás. Nos insiste Nuestra Madre “no hay santidad sin cruces y sin secretas e íntimas crucifixiones” (V 13-11-30) “es la razón efectiva para saber sufrir amando” (V 07-04-45).

De manera que el sacrificio es amor, la humillación es amor, y franciscanamente amor es hacer la voluntad de Dios «sin glosa», esta es «la santidad verdadera», ahora es necesario oír la voz de Nuestra Madre:

«Como víctimas que somos, deseo que cada una sea discípula muy aventajada en la escuela del sacrificio» (V 03-01-42).

CÓMO DEBE ADORAR LA HIJA DE MARIA FRANCISCA DE LAS LLAGAS

El amor entrañable de Dios al hombre le obliga a quedarse aquí con nosotros en el misterio del Augusto Sacramento del Altar. Está allí para que nosotras con corazón pobre, inocente, puro y sincero, le comamos y tengamos vida, vida en abundancia; debemos comer para vivir del Pan, y vivir del Pan es hacernos como El, pan sabroso para los demás, por la humildad, el anonadamiento, la muerte diaria de nosotras mismas, como constante adoración y reparación para alabanza del Padre.

Con Nuestra Madre María Francisca de las Llagas diremos: Si Cristo es Hostia, Hostia blanca, nuestro ser entero debe ser blanco, como la blanca hostia del Sagrario, la religiosa debe ser: limpia, pura, sin mancha, transparente que cautive al mundo como Jesús en su caminata por la tierra.

Es menester ahora caer de rodillas y dejarse inundar totalmente de la presencia de Jesús., Todos los días, a la mañana, a la tarde, a la noche, cada Hermana franciscana debe acurrucarse presta en la intimidad del Santísimo en el Sagrario, para humildemente, frente a tantos beneficios que nos da el Señor, sólo decirle: Jesús, creo en Tí, confío en Tí, lléneme de Tí, tómame para Tí.

Ante el Sagrario, dice Nuestra Madre, “las religiosas debemos presentarnos humilladas, amantes y agradecidas, para derretirnos de amor” (P 28-05-24), pues todo lo concedido por El es para permanecer anonadada ante el Sagrario y darle gracias.

Cada Hermana debe ser necesariamente el Sagrario donde las demás religiosas puedan adorar al Señor de los Señores: cada acto a realizarse debe ser hecho con total transparencia y firme conciencia de agradar sólo al Altísimo; por lo tanto, nuestra vida debe ser de tal forma, que seamos testimonio claro de la vida de Dios en mí.

Ahora bien, a cada hermana le toca cumplir a cabalidad y con diligencia la misión de buscar adoradores del Padre en Espíritu y en verdad. Así la educadora es Sagrario donde mora Jesús, sus actitudes, sus enseñanzas deben moldearse en Jesús, para que su acción por pequeña que sea, sea la de Jesús; para que el niño, el adolescente, el joven palpe expresamente que Jesús está ahí mirándole, hablándole, escuchándole, dándole la mano; porque si la religiosa es otro Jesús, debe educar como Jesús.

Somos cada una de nosotras Sagrarios vivos del Señor, porque en nosotras está el Señor; en las misiones debemos enseñar a las personas que le adoren, le busquen, le sigan; que puedan decir por las acciones que ven en nosotras «Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre» ( Flp. 2,11). Esta es la manera de adorar a Jesús, así se enseña quien es Jesús, así se ama y se enseña a amar a Jesús.

Desde los inicios del Instituto no importó desempeñar los más humildes oficios, cuando se atienden a los ejercicios espirituales. Si Dios llamó a penitencia a los pecadores y estos acudieron a su llamada. Si los sacerdotes se prepararon para dirigirles el mensaje no pueden faltar las almas de la reparación que sirviendo y rezando, sean las principales gestoras de este regreso de los hijos pródigos a la Casa del Padre.

En la Promoción Social, debemos manifestar la Buena Nueva de la Salvación con nuestra presencia. Es a Jesús a quien debemos mostrar, de El vamos a enseñar, teniendo presente que si le recibimos a El conscientemente en la Comunión, y le llevamos conscientemente en el corazón, es El mismo quien predica, quien enseña, quien pastorea.

Este es nuestro espíritu apostólico reparador, predicar cada día con el testimonio del ejemplo. El mismo vivir crucificadas, ese caminar grave y silencioso dibujando la humildad del hábito franciscano. Ese sumirse permanente en el olvido y el silencio para darse a los demás, es el fecundo caminar de las Hermanas Franciscanas, sembrando bondad.

El reto es claro: Jesús tiene que ser adorado allí, en la realidad misma de nuestro apostolado, tenemos la obligación de mostrar a ese mismo Jesús que habita en nosotros. Y este Jesús sólo puede ser adorado cuando le busquemos adoradores en espíritu y en verdad.

NUESTRO CAMINO DE REPARACION

Algunas inquietudes afloran de inmediato: ¿qué reparar? ¿cómo reparar? ¿ dónde reparar? ¿cuándo reparar? Y al mismo tiempo surge un interrogante: ¿qué es reparar?

La reparación consiste en levantar al pecador. La reparación se hace por todos los pecados del mundo, como manifiesta Nuestra Madre María Francisca de las Llagas. ¿Qué hacer entonces? Las hijas del pobrecito de Asís deben -como acción propia del Instituto- ofrecerse como víctimas propiciatorias para «pagar» las ofensas que se hacen contra Cristo, Señor nuestro. Como dice la Madre “La situación actual requiere de víctimas y cada hermana de nuestra Congregación debe ser sujeto de reparación, es víctima, alma hostia, ofrenda en holocausto”.

Ese holocausto hemos de hacerlo ante el Sagrario dónde está ese Cristo humilde, indefenso y por eso maltratado y burlado. Por esas burlas, la religiosa se ofrece al Padre como víctima para reparar a Dios, las injurias; ser víctima significa ser hostia, sencilla, humilde, generosa. Nuestra Madre Fundadora nos recuerda que “sin almas víctimas no hay redención” (V 06-09-30). La redención es obra buena, y “para toda obra buena, Dios pide víctimas” (24-10-31).

El holocausto es consumir totalmente a la víctima, nada queda, el fuego absorbe todo. La religiosa franciscana como holocausto muere siempre, muere cada día, ella no figura, no busca la alabanza, pues todas sus acciones son para levantar al pecador; su vida es del Señor, esto implica una efectiva y afectiva entrega total.

Como se ve necesariamente debemos imitar a Cristo, por lo tanto el elemento propio de la reparación es el sacrificio, del que sólo Dios es testigo, sólo ante él debemos realizar nuestra caminata de dolores, ante los demás, dice la Madre debemos “guardar silencio absoluto” (V 08-05-45).

Pero la reparación va unida necesariamente la ORACION, de modo que “cada Hermana debe ser alama de oración y una discípula muy aprovechada del sacrificio” (V 08-09-28), debe permanecer en constante oración, debe ser alma de oración.

¿Cómo reparar?

Creo que la respuesta es más clara, al estilo de Cristo, con amor, con generosidad, sabiduría, humildad, perdón y sobre todo con el ejemplo de nuestra vida.

¿dónde y cuándo reparar? Aquí y ahora

Aquí: en el lugar encomendado por la obediencia, disposición que debe ser asumida como voluntad de Dios, ninguna religiosa, puede protestar o rehusar obedecer, “la desobediencia, dice la Madre desvirtúa el exquisito perfume del sacrificio y permite el sin sentido del sufrimiento en la Comunidad”.

Ahora: El ahora es indispensable. Debemos reparar siempre, en cualquier sitio y en cualquier circunstancia, pues este es el «pasaporte» del seguidor de Cristo. Se lee “Bienaventurados los misericordiosos, bienaventurados los portadores de paz, Bienaventurados los perseguidos” Mt. 5. 3.

La actitud, la palabra de la religiosa franciscana, hija de María Francisca de las Llagas, debe ser reparar lo derrumbado, aquí y ahora, para que el pecador se convierta y escuche plenamente la voz del Maestro: «Hoy la salvación ha entrado en esta casa porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido» Lc. 19, 1-10.

El corazón de la Madre María Francisca de las Llagas se inmoló para siempre, por un acto reparador. Y REPARAR EL ULTRAJE AL AMOR, SERÁ ENTONCES LA CONSIGNA DE TODA LA CONGREGACIÓN. Esta actitud de permanecer junto al altar, consumiéndose por amor como una lámpara votiva, es un acto reparador.

Y es reparación el sentir a lo largo de toda la vida el peso de una cruz, que lejos de ahogar los latidos o de forjar la palabra de reclamo, se ofrece como sacrificio voluntario que florece diariamente en santa alegría. Es el peso de una cruz, que por seguir a Cristo, se hace ligera.

Y es reparación aquello de extender las manos en actitud de plegaria, cuando en el camino estrecho y vertical quiere apropiarse de nuestros latidos el cansancio y la fatiga.

Y es espíritu reparador, aquel afán crucificado de acudir cada mañana a la misa del maestro, para dejar que se abra en heridas el corazón y sangren las manos, en el diario sacrificio de servir a nuestros hermanos.

Y es reparación, aquella dádiva de todo nuestro ser, que debe despojarse de todo egoísmo y soberbia para construir un mundo maravilloso, pero a la vez, tan difícil de la fraternidad; ser para las demás y vivir con ellas como hermanas es el nervio fundamental y el martirio primario del espíritu reparador que anima el espíritu de Nuestra Madre María Francisca de las Llagas.

Y se comprende también el por qué del alto vuelo del espíritu, que por diario irse al infinito para vestirse de inmortalidad, requiere de esfuerzo y de un constante sacrificar las vigilias y los sueños; sin embargo, todo aquel consumirse en el ara reparadora; el peso de la cruz y el afán de servicio, el construir el mundo de la fraternidad aunque duelan las alas, nos acerca cara a cara al Amor, y son como espinas de la vida humana que florecen en canción.

Queda clara nuestra misión: actitudes y palabras coherentes para Adorar y Reparar, para buscar y salvar lo perdido, la verdadera reparación es alabanza a Dios, es amor a Dios en plenitud, es real adoración al Pan de Vida. Esto implica, que no hay que decir, hay que hacer. Lo que cuentan son los hechos, y los hechos son amor, sólo amor y nuestro compromiso es amar y luego enseñar a amar; esto es conversión, reencuentro con la Luz y renacer a la Vida.

FUNDAMENTOS DE LA ADORACIÓN Y REPARACIÓN EN EL PENSAMIENTO DE NUESTRA MADRE FUNDADORA

Jesús Sacramentado, lugar privilegiado de presencia divina

Jesús Sacramentado es el lugar privilegiado de la presencia divina: más que familiaridad, Cristo, especialmente en el Santísimo Sacramento, es cercanía amorosa, lugar privilegiado de la presencia divina. La presencia Sacramental en la reserva eucarística es uno de los aspectos más amados de la Madre María Francisca de las Llagas y es en lo que más insiste en sus cartas. Hasta el punto de que esa Potencialidad llega a convertirse en un fin. La Divinidad y en concreto Jesucristo, se hace aquí presente tan realmente como cuando el Señor estaba presente con sus apóstoles en su vida terrena: Jesús Sacramentado tiene sentimientos; su cercanía no es una cercanía teológica o metafísica, sino una cercanía casi física o corporal. Nuestra Madre así lo experimenta, “Qué decir de la compañía del Santísimo!… que no se arrepienta de estar con ustedes, antes que lo tenga muy consolado y contento” (P 23-05-1935)“Jesús Sacramentado que es el único y fiel Esposo, las guarde, proteja y bendiga, puesto que ahora esta más junto a ustedes” (P 07-07-1935).

-El Santísimo Sacramento, lugar privilegiado de oración

Jesús Sacramentado, lugar privilegiado de presencia divina

Jesús Sacramentado es el lugar privilegiado de la presencia divina: más que familiaridad, Cristo, especialmente en el Santísimo Sacramento, es cercanía amorosa, lugar privilegiado de la presencia divina. La presencia Sacramental en la reserva eucarística es uno de los aspectos más amados de la Madre María Francisca de las Llagas y es en lo que más insiste en sus cartas. Hasta el punto de que esa Potencialidad llega a convertirse en un fin. La Divinidad y en concreto Jesucristo, se hace aquí presente tan realmente como cuando el Señor estaba presente con sus apóstoles en su vida terrena: Jesús Sacramentado tiene sentimientos; su cercanía no es una cercanía teológica o metafísica, sino una cercanía casi física o corporal. Nuestra Madre así lo experimenta, “Qué decir de la compañía del Santísimo!… que no se arrepienta de estar con ustedes, antes que lo tenga muy consolado y contento” (P 23-05-1935)“Jesús Sacramentado que es el único y fiel Esposo, las guarde, proteja y bendiga, puesto que ahora esta más junto a ustedes” (P 07-07-1935).

-El Santísimo Sacramento, lugar privilegiado de oración

Cristo Sacramentado, lugar privilegiado de oración. En particular Cristo en el Santísimo Sacramento es el lugar privilegiado de oración. La cercanía de la divinidad, tan especialmente sentido gracias a la presencia Eucarística, es sin duda uno de los motivos para la predilección que muestra Nuestra Madre por la ORACIÓN ante el Santísimo. Pero también la presencia Eucarística nos la recuerda, como lo dicen las Escrituras y el dogma, la entrega de Jesús a nosotros; y la más honda oración, para la Madre, es la que nos lleva a entregarnos a Jesús, como El se entregó a nosotros; esa entrega para la Madre tiene el nombre de unión: “Los ardientes deseos de su Francisca son: que pasen encendidas en llamas de amor seráfico, que vayan a perderse y consumirse al pie de Jesús Sacramentado” (V 11-08-1927).“Acuérdese que es del Santísimo, que quiere decir amor inmenso a Jesús y entrega total, como Jesús se entrega cada mañana a su corazón para unirse a su alma en la santa comunión, es decir, unión, ser otro Jesús” (V 13-03-1942). La acendrada devoción a la Santísima Eucaristía fue una constante en la vida consagrada de María Francisca de las Llagas, que se puso de manifiesto en el singular fervor con que participaba en el sacrificio eucarístico de la santa Misa y tributaba culto a la presencia real del Señor en el Augusto Sacramento. Estableció como práctica permanente en las Comunidades del Instituto la ADORACIÓN del Santísimo Sacramento especialmente los jueves y domingos. Adorar y reparar al Señor de la Eucaristía por las profanaciones y sacrilegios inferidos por los hombres en el Sacramento de su extremado amor, fue la consigna con la cual fueron plasmándose la naturaleza, carácter, espíritu y finalidad del Instituto y estructurando las normas de su vida comunitaria y el apostolado.

-Jesús Sacramentado es Amor, entrega, posesión, identificación

Escuchemos los que nos dice Nuestra Madre: “A imitación de Él entreguémonos sin reserva, así como Él se entregó y entrega cada día, en la sagrada Comunión, a nuestras almas” (V 07-02-1930). “La sagrada Familia la colme de gracias… para que no aspiremos sino al único y anhelado fin que es ser verdaderas esposas de Nuestro Señor” (V 12-1929).

-Sacrificio, humillación, pobreza

Nuestra Madre insiste a su hijas “En el misterio de la meditación el Espíritu Santo les dará luz y amor para animarnos a imitar la vida de sacrificios y humillación de que nos da ejemplo Nuestro Señor” (P 24-03-1924).“Es envidiable la suerte de las almas a quienes lleva Jesús por el mismo camino que Él anduvo, el del calvario” (P 21-10-1935).

La Madre cuando habla de reparar, une la palabra con oraciones y sacrificios, aunque aclara que la reparación ha de ser por todos los pecados del mundo, se ve que su tendencia es pedir la reparación por las ofensas concretas que veía ella, se hacían en su momento histórico.Insiste a una de sus hijas, “Que esa florecita consagre su perfume de virtudes para Jesús Sacramentado y sea almita que repare todos los pecados del mundo” (V 10-10-1945).“La situación actual requiere de víctimas y nadie mejor que ustedes para reparar” (V 05-09-1935)

“A nosotras como religiosas nos toca consolar a Jesús que tan ofendido es en estos tiempos” (V 19-09-1939).

La palabra holocausto, equivale a reparación y es una de las predilectas de Nuestra Madre: Nuestra Madre quiere que se grabe hondamente en el alma de sus hijas el sentido que tiene la palabra holocausto y por eso repite: “Deseo que sea usted un holocausto ante el Sagrario” (P sin fecha)

“Con intenso dolor presento a Jesús Sacramentado, a este holocausto que ha elegido de nuestra Congregación para altos fines de su Providencia” (V 21-01-1942). “No le niegue ningún sacrificio que le pida; en la vida religiosa abundan esas bellas ocasiones. Pero le encargo que sólo Dios sea el testigo de sus sacrificios; la queja quita el exquisito perfume del holocausto” (V 08-05-1945). Otras expresiones de Nuestra Madre hacen referencia a reparación es el ser almas víctimas y hostias, no en ocasiones aisladas, sino como actitud. Dios es el que pide estas víctimas, y no hay obra buena sin ellas:“Como víctimas que somos, deseo que cada una sea discípula muy aprovechada en la escuela del sacrificio” (V 08-09-1928).

“Para toda obra buena Dios pide víctimas” ( V 24-10-1931). “sólo el sufrimiento nos santifica; quiero sea llama, hostia” (15-04-1929)

Es menester hoy día vivir con más fuerza la Hora santa Reparadora, en lo posible todos los días y en intervalos de tiempo, o según los acontecimientos litúrgicos con mayor diligencia. Por lo tanto, las Hermanas vivan, sufran, oren, amen en silencio, sirvan al desvalido, apiádense del impío, pues, no tenemos razón para condenar, sino para salvar. Como Cristo vino para todos, así a nosotras nos toca rescatar a los hijos pródigos que se extravían lejos de la mirada amorosa del Padre.

NUESTRA  ESPIRITUALIDAD

Sabemos que espiritualidad es la vida según el Espíritu de Dios. Nuestra Madre Fundadora elige seguir la espiritualidad franciscana de la que escoge como estrategia de actuación cristiana acercarse a nuestro pueblo por medio de la adoración y la reparación con el testimonio de pobreza. La devoción a la humanidad de Cristo en sus misterios fundamentales (Cruz, Tabernáculo) son sus elementos importantes. Al hablar de nuestra espiritualidad se tornan nuestros ojos a la dulce figura de nuestra Madre Fundadora para buscar en ella las raíces profundas de la razón de la espiritualidad y meto de nuestro Instituto.

Sabemos que espiritualidad es la vida según el Espíritu de Dios. Nuestra Madre Fundadora elige seguir la espiritualidad franciscana de la que escoge como estrategia de actuación cristiana acercarse a nuestro pueblo por medio de la adoración y la reparación con el testimonio de pobreza. La devoción a la humanidad de Cristo en sus misterios fundamentales (Cruz, Tabernáculo) son sus elementos importantes. Al hablar de nuestra espiritualidad se tornan nuestros ojos a la dulce figura de nuestra Madre Fundadora para buscar en ella las raíces profundas de la razón de la espiritualidad y meto de nuestro Instituto.

Es necesario destacar las virtudes que son el núcleo de una espiritualidad fuerte y robusta que diera forma a nuestro Instituto dentro de la Iglesia: Suma pobreza y sacrificio a toda prueba, como el pan de cada día; contradicción constante que permitía vivir al pie del calvario; como hija del Poverello, la Madre asimiló su espíritu de humildad, vivió desapegada de todo lo terreno, para vivir la entrega en amor por los demás. Algo muy propio de la Madre, el amor al Santísimo y a la Cruz: la Divina Majestad Sacramentada y la Cruz fueron los motivos determinantes de su fundación. En la santa Eucaristía encontró María Francisca de las Llagas la profundidad del misterio del anonadamiento de Cristo. En la revelación de este misterio encuentra la razón decisiva para su abandono total, la renuncia radical de sí mismo, en una actitud de acción de gracias al amor de los Amores. En la cruz, la identificación con Cristo le lleva a la inmolación, como esposa de Cristo crucificado.

No vamos a detenernos a relatar los martirios y sufrimientos que marcaron los inicios de esta obra del Señor. Simplemente la semilla cayó en el surco, allí se pudrió. Y de esa inmolación, de ese martirio, de esa crucifixión, nació la planta delicada y tierna, frágil y combatida, que luego se hizo árbol y que hoy es un bosque frondoso y umbrío, para retar a la inmensidad azul de los espacios y se yerguen como inmensos índices que señalan la ruta a los hombres.

– FUENTES DE NUESTRA ESPIRITUALIDAD

Ante todo está el Evangelio. En él encontramos la voz de Jesús y sus ejemplos de vida, que nos señalan cómo debemos actuar y cómo debemos pensar.

  1. Las normas de la Iglesia, que es la depositaria de la verdad y se preocupa vigilante del estado religioso. Concretamente Tres objetivos nos señala la Iglesia para revitalizar nuestra consagración y capacitarla para encarar hoy la Nueva Evangelización:
  1. Promover una renovación profunda de nuestra vida, comenzando por una relación personal con Dios que nos lleve a la experiencia de Dios, como esposas amantes del Dios Sacramentado.
  2. Renovación comunitaria. Como hermanas, buscar a Dios para transformar nuestras vidas en Dios; abrazar con amor la cruz de cada día y ayudar a la Iglesia en la misión salvadora que Jesucristo nos ha señalado.
  3. Abrirnos a la realidad social. escuchar la voz de la Iglesia, leer desde nuestro carisma los signos de los tiempos.
  1. La doctrina de nuestra Madre Fundadora. No escribió un tratado de virtudes religiosas, pero sus cartas son un arsenal de doctrina ascética franciscana, este es nuestro mejor legado, ellas son nuestro manual de oración y el vademécum de orientación para nuestras vidas consagradas. Junto con esta doctrina y enseñanzas está el ejemplo de su vida. Ella va delante de nosotras como Madre y Maestra que nos guía con amor y nos enseña con verdad.
  2. Las fuentes franciscanas. Como toda doctrina espiritual, para la Madre María Francisca el franciscanismo no es una cosa aislada, sino un Francisco que tuvo el candor heroico y sagacísimo de tomar el Evangelio a la letra y vivirlo a la letra, de creer sin comentarios en la palabra de Dios y de querer imitarle sin cálculos, hasta el agotamiento de sus fuerzas. Un Franciscanismo que fue invadido por el amor, haciendo de él un serafín, de tal manera identificado con Jesús, que recibió en sus miembros las llagas de su Amor crucificado.

Nuestra Madre no conoció las cosas a medias, vivió el radicalismo que aprendió de San Francisco. Para la Madre la concepción de la vida espiritual del Seráfico Padre es tan sencilla como enérgica y se resume en tres puntos:

  1. Abrir camino al amor, se trata de un despojamiento completo, exterior y sobre todo interior, de conformidad con las directrices del Santo Evangelio y tomando como regla la imitación de Cristo.
  2. Una vez purificados y restaurados la vida y el corazón, suscitar un amor efectivo por la contemplación asidua de Jesucristo, sobre todo en su pasión
  3. Finalmente, poner por obra este amor de conformidad con Cristo amado y por la práctica perfecta de todas las virtudes, con la única mira de agradarle.

NUESTRO IDEAL DE VIDA

Forjémonos un ideal para la vida y vayamos tras él con todo el ímpetu de nuestro amor. Debemos anhelar vivamente nuestra santificación. De ella depende, ante todo, la gloria de Dios, pues damos una especial gloria a Dios cuando realizamos nuestra consagración y la traducimos en santificación. Nuestra Madre pide a una de sus hijas “Sea una hija perfecta de mi Padre San Francisco; espero que mantendrá vivo y constante el deseo de adelantar en la perfección; (V 27-07-1927) “Cuánta debe ser el ansia y el ardor por adelantar en la perfección; pero no de palabras, sino de hechos, con el ejercicio de las virtudes sólidas” (P 04-07-1925). Nuestra Madre insiste: “Vuelvo a recomendarlas que ni un solo día se pasen sin traer a la memoria que el fin principal de una buena religiosa es adelantar en la perfección de su estado, sobre el sólido fundamento de la humildad y entera conformidad de la voluntad de Dios en dónde El quiere disponer de nosotras; la mutua caridad, la unión con Dios, el exacto cumplimiento de nuestros sagrados deberes” (P 03-22-1925).

“Ya sabe usted, hija mía, el sagrado deber y los solemnes compromisos que tenemos con Nuestro Señor de ir adelante en las virtudes, sobre todo en el espíritu de sacrificio, caridad, obediencia, unión con Dios; es decir trabajar por vivir la vida interior” (01-08-1945).

Nuestra Madre Fundadora pone énfasis en decirnos que la vida religiosa debe ser un adelantar cada día, cada instante, siempre, en la práctica de las virtudes. La perfección es una subida a la montaña alta de Dios. Si somos constantes en este proceso lograremos coronar la cima elevada de nuestra perfección, donde le sentiremos más cerca a Dios. Por ello dice: “Espero que Usted, aconsejaba a una de sus hijas- mantendrá vivo y constante el deseo de adelantar en la perfección” (V 27-02-1927). “Nuestro Señor las conserve con salud a todas y con ardientes deseos de ir adelantando en la perfección religiosa” (P 21-20-1925).

La perfección, a la que tenemos que aspirar constantemente, es un proceso dinámico, de toda la vida, de todos los actos. Tenemos que aprovechar de todas las gracias que Dios nos concede de muchas formas. El retrato que presenta Nuestra Madre de una religiosa perfecta es, a nuestro parecer una obra maestra:

  1. La perfección no son palabras, sino hechos, recalca, son el ejercicio de las virtudes sólidas, así;
  • La humildad debe ser el fundamento sólido
  • La entera conformidad con la voluntad de Dios
  • La perfecta disponibilidad, dónde y cómo quiera Dios Servirse de nosotras
  • Observancia y exacto cumplimiento de nuestros deberes
  • Silencio, retiro del mundo, austeridad, gran edificación
  • Espíritu de sacrificio y vencimientos
  • Mutua caridad, obediencia, oración, unión con Dios
  • Todo ello según exige el sagrado deber y los solemnes compromisos de nuestro estado y según nuestra vocación franciscana.
  1. Otro rasgo distintivo de este retrato que propone la Madre es el gran dinamismo que supone la perfección, la Madre expresa continuamente, en otras palabras, deseo vivo y constante, anhelo, los ardientes deseos, el ansia, el ardor, con que sus hijas deben buscarla. “… Ud. mantendrá vivo y constante del deseo de adelantar en la perfección” (V 27-02-1927).
  2. Unida a la visión dinámica está su insistencia en adquirir el hábito de las virtudes.
  3. Para la Madre las mismas faltas, enseña que se debe aprovecharlas para crecer en humildad.
  4. El ejercicio de la perfección religiosa tiene un profundo sentido de reparación y desagravio a Nuestro Señor por la ruina espiritual y moral del mundo. “Ya sabe, hija mía, el sagrado deber y los solemnes compromisos que tenemos con nuestro Señor … y por lo mismo que el mundo va a la ruina moral y espiritual nosotras, religiosas, debemos y tenemos la obligación de hacer contrapeso para aplacar a nuestro Señor ¿verdad?” (V 01-08-1945).

Nos invita a vivir nuestra consagración con la finura y delicadeza en una entrega de amor. “Que cada día sea más observante y santa religiosa, con una conciencia muy delicada, como quien tiene que agradar al más fino y amante esposo” (P 31-12-2925).

NUESTRO FRANCISCANO

Las continuas meditaciones de Nuestra Madre Fundadora acerca de la vida del Seráfico Padre le dieron un conocimiento perfecto de su espíritu. En esas fuentes purísimas bebió el auténtico espíritu franciscano que infundió en sus hijas y en su fundación. Su riqueza fluye por cuatro vertientes: Pobreza, Humildad, Alegría y Amor.

  1. Pobreza, vivió desprendida de todo lo terreno. Dios era su única riqueza.
  2. Humildad, era la más humilde de todas; sus sentimientos, su porte, sus actitudes fueron una réplica del modelo divino, Cristo
  3. Alegría su desprendimiento de las cosas materiales, su entrega incondicional a Dios, su abandono en la divina Providencia, dieron a su alma las alegrías más puras.
  4. Y Amor fue la llama quemante de su corazón, la razón de su vida. El amor era como su fuerza de gravitación que dio sentido a su vida y explicó el inefable misterio de sus inmolaciones.

Sobre estos cuatro fundamentos se eleva nuestra espiritualidad

La Venerable María Francisca de las Llagas hizo suyas las actitudes de Francisco de Asís frente a Dios, a la Iglesia y a la humanidad. Este espíritu nos transmitió a sus hijas. Quería vernos auténticamente franciscanas. Por eso nos entrega el ejemplo de su vida y sus lineamientos basándose en la vida y doctrina del Santo de Asís y en las proyecciones que tiene la Orden para labrar la santificación personal y la acción apostólica.

La Madre insiste a sus hijas “Sea Ud. una hija perfecta de mi Padre San Francisco; espero que Ud. mantendrá vivo y constante el deseo de adelantar en la perfección” (V 29-12-1939). “El Sagrado Corazón de Jesús las guarde en su llaga y en esa fragua divina las conserve amantes y verdaderas hijas del Serafín de Asís” (P 12-08-1927).

“Confío que Cristo Rey cuidará y conservará esa pequeñita comunidad en el verdadero espíritu de Dios y de Nuestro Padre San Francisco, mediante los sacrificios y la vigilancia” (27-04-1929)

Bellamente nos da este consejo: “”Les recomiendo se preparen con amor seráfico para la gran fiesta de la Impresión de las Llagas; no solo debe haber serafines en el cielo, sino también deben existir en la tierra. ¿Y quiénes serán esos serafines? Las humildes hijas del Pobrecito de Asís” (V 10-09-1928).

“Trabaje con bríos, dice a una de sus hijas- celando la observancia y procurando el adelanto espiritual, no escaseando las advertencias necesarias y sumergiéndolas en la fragua de la humildad, que esta virtud es el distintivo de nuestra Sagrada Orden y Congregación” (P 02-01-1930).

“La plenitud del Espíritu Santo, a cuya fiesta nos preparamos, descienda al alma de mi hijita y Comunidad, para que no sólo caminen sino que vuelen a la más alta unión con Dios, y el seráfico amor sea el único móvil de todas las empresas” (P 27-04-1929).

Frecuentemente habla del “Amor seráfico” y quiere que ese sea el distintivo de sus hijas; que aprendan amar a Jesús con aquellas abrazadoras llamas con que el Santo de Asís, supo amar a Cristo. De la vida espiritual de la Venerable Madre María Francisca de las Llagas, obra maestra de la gracia divina y triunfo del amor de Dios, se desprende con claridad esta espiritualidad simplicísima que se atribuye a la gracia y a la oración, el puesto principal en la labor de la perfección; la conquista de la más perfecta semejanza y de la más íntima unión con Cristo es por un solo motivo -el más poderoso-: el amor de Dios, que exige una sola condición a saber, el sacrificio, la plegaria humilde en la meditación habitual de la Pasión de Jesús.

FRUTOS DE NUESTRA ESPIRITUALIDAD

-La alegría

El primero de los frutos de nuestra espiritualidad es la alegría. La alegría en la vida de Nuestra Madre es un medio y una expansión de la vida interior; Nuestra Madre Fundadora veía en la tristeza -verdadera anemia espiritual- la prueba de la tibieza y flojedad de un alma; la llamaba mal que el demonio insinúa con habilidad y astucia en las almas. La religiosa, decía la Venerable Madre, debe poner todo su empeño en conservar su alegría y en recurrir a la oración para recobrarla una vez perdida.

La alegría preconizada por Nuestra Madre es un fervor de espíritu, una prontitud y una disposición de cuerpo y alma para hacer con gusto y contento todo el bien que esté a su alcance. Esta alegría es el más seguro remedio contra las mil astucias del enemigo, y provoca hacer el bien a todos. La hija de María Francisca de las Llagas debe manifestarse, gozosa en el Señor, alegre y amable en el ambiente en el que está. De suerte que la alegría le asegure la victoria del espíritu sobre la carne.

– El optimismo

Nuestra Madre se deleita en las magnificencias y en los encantos de la naturaleza, aunque sin detenerse en ellos, consideraba a todos los seres como salidos del seno paternal de Dios. Gustaba la alegría del alma que ha conquistado el dominio sobre todas las potencias, la paz interior, la libertad de su vuelo hacia el Dios. Toda la naturaleza a quien ella amó, proclaman que María Francisca de las Llagas es una santa. Santa humilde y fecunda, práctica, optimista y alegre, matriz y canción; a la que un día la veremos elevada al honor de los altares, escuchando nuestros ruegos e invitándonos a amar y reparar al AMOR.

– La paz

Nuestra Madre siempre habla a sus hijas tan al corazón que ellas le llaman con el dulce nombre de Nuestra Madrecita. Llena de condescendencia y tacto para con sus debilidades y enfermedades, les trata con exquisita delicadeza. Con gran liberalidad y comprensión interpretaba el mandamiento de la caridad evangélica. Por eso ella, que era simple y estaba sedienta de unidad, sufría sobremanera al ver al mundo agitado y revuelto por el desorden de las querellas, de la envidia, de los celos, del odio. Se dedicó a reparar para establecer por doquier entre los hombres la paz y la armonía. Las primeras palabras de la correspondencia a sus hijas eran siempre: «Paz y Bien.

La acogida

Desposada como el Padre Francisco con la Dama Pobreza, supo vivir, desde el amor a ella, la disposición de la acogida a todos. En todo veía un Signo de la Providencia. Y esta actitud de acogida, de no exigir nada, de no esperar nada, le convierte en la mujer ideal, que, como Cristo, se da a todos por igual. Debería ser una característica propia de las Hermanas Franciscanas Misioneras de la Inmaculada la acogida a las personas que llegan a sus Comunidades.

Una forma exquisita de acogida es el interés por la labor de los demás, la solidaridad con sus éxitos y fracasos, la colaboración en todo lo que es posible. La Madre nos enseña a acoger a los demás con suma diligencia y amabilidad. Aceptar la gente tal cual es…. Ser tolerantes y pacientes. Ser amorosas y piadosas con cada una de las personas que nos rodean.

Resumen.- La piedad de María Francisca de las Llagas, flor maravillosa brotada al pie del Sagrario, toma su brillo y su perfume fuerte y suave del fervor del amor divino nacido de la gracia y de los dones de exquisita sensibilidad y de inteligencia límpida de que le dotara la naturaleza. Caracteres de esta piedad son: la fuente de donde brotaba su tierna familiaridad con Jesús Sacramentado y su amor vehemente hacia Dios y los hombres. La contemplación asidua del misterio de la Cruz, que le hizo vivir su desposorio con Cristo crucificado; luego, el ideal nacido de este amor, la pobreza, que conduce el alma a la imitación de Cristo, humilde, pobre y paciente; luego, la manera personal de realizar este ideal de manera simple, objetiva, leal, activa y alegre.

BENDICION DE LA VENERABLE MADRE MARIA FRANCISCA DE LAS LLAGAS A SUS HIJAS (06-09-1964)

“El Señor os colme a manos llenas
De todas sus bendiciones y luces,
Que os dé la salud,
Os conceda la salvación eterna
Y os libra de todo pecado mortal”. AMÉN

EN SAN DIEGO-QUITO, SE INICIO LA FUNDACION DEL INSTITUTO DE HNAS. FRANCISCANAS MISIONERAS DE LA INMACULADA

Cristo te llama.

Hermanas Franciscanas de Ecuador