Nuestra Madre María Francisca de las Llagas, da directrices concretas para desempeñar bien nuestro oficio de educadoras.
Parte del principio de que la educación es una gran misión nuestra y es imponderable el quehacer educativo de la Iglesia y de nuestra Congregación.
La educación ha de ser completa hasta formar al “hombre total” que decía San Agustín y cuyo pensamiento recogió el Vaticano II, para ello hay que educar el corazón juntamente con la inteligencia. Decía Francisca de las Llagas que nuestras religiosas han de preocuparse fundamentalmente en formar la voluntad de sus estudiantes, educar su corazón, darles normas evangélicas de vida y señalarles los altos objetivos de la formación integral. Da un sabio consejo:
“Le recomiendo sea muy observante, fervorosa y amante de la oración para que haya mucho fruto en las tiernas plantitas que Nuestro Señor le ha confiado; de usted depende la salvación de esas almitas, porque formándolas bien, tarde o temprano darán fruto dignos de la educación cristiana” (Francisca de las Llagas 08—10-1938).
Reconocía nuestra madre Francisca de las Llagas, que el trabajo educativo es arduo, laborioso y sacrificado. Por recomendaba a sus hijas cumplirlo por puro y grande amor a Jesús y a su Iglesia. Está de por medio la salvación de tantas almas y el bien de la Patria, a la que hay que dar desde nuestras escuelas y colegios, miembros vivos y elementos preparados para salvar la sociedad.
Cristo te llama.
Hermanas Franciscanas de Ecuador