La Santa Misa y bendición estuvo precedida por Monseñor René Coba, concelebraron varios sacerdotes; las hermanas franciscanas, delegaciones de los centros educativos, de los lugares de pastoral, moradores del sector, amigos y familiares de nuestra madre Fundadora participaron con fe, devoción y agradecimiento a Dios en la  Celebración Eucarística.

Esta es la casa de Dios a donde acudirá todo el pueblo amante de Jesús Sacramentado, los devotos y sencillos habitantes de esta zona y los peregrinos que acudirán a alabar al Santísimo Sacramento y a visitar la tumba de nuestra madre la Venerable Sierva de Dios María Francisca de las Llagas. Alegremonos, alabemos y bendigamos al Dios Altísimo por este santo lugar dedicado a la Adoración al Santísimo, este lugar se transforma en un valle y espiritualidad para gloria de Dios y de nuestra Santa Iglesia.

La presencia Eucarística nos la recuerda, como lo dicen las Escrituras y el dogma, la entrega de Jesús a nosotros; y la más honda oración, para nuestra madre Francisca de las Llagas, es la que nos lleva a entregarnos a Jesús, como El se entregó a nosotros; esa entrega tiene el nombre de unión: “Los ardientes deseos de su Francisca son: que pasen encendidas en llamas de amor seráfico, que vayan a perderse y consumirse al pie de Jesús Sacramentado” (V 11-08-1927).“Acuérdese que es del Santísimo, que quiere decir amor inmenso a Jesús y entrega total, como Jesús se entrega cada mañana a su corazón para unirse a su alma en la santa comunión, es decir, unión, ser otro Jesús” (V 13-03-1942).

La acendrada devoción a la Santísima Eucaristía fue una constante en la vida consagrada de María Francisca de las Llagas, que se puso de manifiesto en el singular fervor con que participaba en el sacrificio eucarístico de la santa Misa y tributaba culto a la presencia real del Señor en el Augusto Sacramento. Estableció como práctica permanente en las Comunidades del Instituto la ADORACIÓN del Santísimo Sacramento especialmente los jueves y domingos. Adorar y reparar al Señor de la Eucaristía por las profanaciones y sacrilegios inferidos por los hombres en el Sacramento de su extremado amor, fue la consigna con la cual fueron plasmándose la naturaleza, carácter, espíritu y finalidad del Instituto y estructurando las normas de su vida comunitaria y el apostolado.