María Francisca de las Llagas Cornejo

Violeta Franciscana

Nació 11 de diciembre de 1874 – Murió 24 de Octubre de 1964.
Quito – Ecuador.

NACIMIENTO

Hace cuatrocientos veinte y cinco años, Quito, vistió el hábito franciscano y desde entonces las páginas de su historia se escribieron con la savia de Francisco de Asís. La semilla de la Paz y el Bien depositada en sus fecundas arterias, dio frutos de amor y santidad.

En Quito, la sin par carita de Dios, está situada una sencilla casa, cuyas paredes vestidas de azul y blanco, encierran un poema de santidad. Aquí nació Rosa Elena Cornejo Pazmiño, la angelical quiteña, que pese a tener alas gigantes, fáciles para el vuelo a las alturas, hundió sus raíces en esta bendita tierra milenaria.

El mismo día de su nacimiento, 11 de Diciembre de 1874, Rosa Elena Cornejo Pazmiño, recibe el Sacramento del Bautismo, el agua purificadora la convierte en hija de Dios, miembro de la Iglesia de Cristo y heredera de la santidad y de la gloria. Es bautizada en la Parroquia de El Sagrario por el Padre Manuel Cabrera, siendo su madrina Doña Josefa Ramírez. Así en el corazón de la ciudad de Quito se enciende la llama reparadora que germinará en incendios de ofertorio y de amor.

INFANCIA

Sus padres Don José Cornejo y Doña Natividad Pazmiño familia de escasos recursos económicos, tuvo que enfrentar la rudeza de la vida, con trabajo y lágri- mas. Especialmente su madre, pobre y sola, fue la providente dispensadora del pan y del amor. Desde la cuna, Rosa Elena, pobre y enferma se preparaba a vivir el voto de la pobreza, como un carisma de su vocación y de su espíritu.

Rosa Elena aprendió de su madre el dulce catecismo del amor, bebiendo desde el seno materno la herencia de las virtudes cristianas. María Natividad fue un testimonio viviente de la mujer del Evangelio. Lo que se aprende en la infancia es la esencia más profunda que se conserva en toda la vida.

Al llegar a la edad escolar, Rosa Elena ingresa a la escuela de San Carlos dirigida por las Hermanas de la Caridad. Sencilla y tímida, ocupa su pupitre y entre lágri- mas y sorpesas, mira cómo van deshojándose las hojas del calendario. Aprende las primeras letras y conoce que amar se escribe con a, y que caridad se escribe con c, y que Dios se escribe con D. Qué hermosa tarea la de juntar vocales y consonantes para escribir las palabras paz y bien, alegría, servicio, virtud.

Se prepara para la primera Comunión con amor, empeño y seriedad. Aprende con rapidez el catecismo y sabe los deberes para con Dios y con el prójimo.

Un hermoso día de Junio de 1884, el grupo de niñas, dirigidas por Sor Rosa Pacheco, Hija de la Caridad se dirigen a la Capilla de los Sagrados Corazones. Rosa Elena va vestida de blanco. La felicidad se refleja en su rostro, mientras sus labios repi- ten “Hacecito de mirra es mi Amado, morará en mi pecho”. Recibe a Cristo por vez primera, y el sabor de Cristo le sabe a cielo. Aún no termina– ba de hablarle al Señor que acababa de ingresar a su corazón por vez primera, cuando Rosa Elena se dió cuenta que ya estaba de vuelta en su hogar.

JUVENTUD

La juventud había amanecido en Rosa Elena. Joven y bella, como todas las jóvenes del mundo, soñaba en jardines encantados y príncipes azules. La Vida era una canción de flores, entonada por ruiseñores.

Pero, entre sueños y suspiros, entre ilusiones y esperanzas, Rosa Elena de acuerdo a las exigencias de la época, debía prepararse y con empeño y constancia, bajo la vigilancia de su profesora la Señorita Juana Espinosa.

Aprende manualidades, y mientras se inicia en el arte de bordar y tejer, sus manos ensayan entre puntada y puntada el humano tributo del trabajo que junto con el em- peño en el estudio la capacitarán para ser útil a sí misma, a la sociedad, a la iglesia y a la patria.

UN HECHO HISTÓRICO

El día 4 de mayo de 1897 los soldados del General Alfaro, dirigidos por el General Manuel Antonio Franco, invaden el Convento e Iglesia de San Felipe de Riobamba de los Padres Jesuitas para castigar a los revolucionarios.

Violentadas las puertas del Convento, los soldados liberales encuentran soledad y silencio. El convento estaba vacío. ¿Contra quién descargan el odio y su sed de venganza? La soldadesca burlada, redobla el rencor. Con gritos escandalosos, recorren las celdas de los religiosos, despedazando todo lo que encuentran a su paso. En una celda, de rodillas ante el crucifijo ora el superior del Convento el Padre Emilio Moscoso que fue cruelmente asesinado en su aposento con tres tiros y con arma Blanca. Para cumplir la orden de terminar con el fraile. El cadáver del Padre Emilio Moscoso fue vejado con saña.

Y el cuerpo de Cristo es salpicado con la sangre del mártir, que muere con los brazos abiertos, tratando de cubrir con su Amor, a la nueva víctima del Calvario.Los soldados que habían empapado sus sables y con- ciencias con la sangre del mártir, aumentan su furor y pene- tran en la Iglesia, para continuar su furiosa orgía. Relinchan los caballos en el templo y se estremece el Santo recinto con gritos y disparos. Cristo el Dios Amor, oculto en el Sagrario es el testigo silencioso de esta guerra. Cuando el silencio de la muerte ha sellado para siempre los labios de sus enemigos, los soldados con violencia rompen el Sagrario, sacan los copones y arrojan las hostias consagradas al piso que son pisoteadas con rencor, maldad e ingratitud.

En la sacristía se guardaba el vino que servía para el sacrificio. Los soldados celebran la victoria bebiendo en los vasos sagrados, mientras un soldado vestido con los orna- mentos sagrados imita la celebración dw la Santa Misa y reparte la comunión a sus sacrílegos compañeros. Terminado el vino, se bebe aguardiente, suben al púlpito a predicar el mensaje del alcohol y la lujuria. Burlas y carcajadas infectan el santuario, antes poblado de plegarias.

La noticia del sacrilegio cometido en Riobamba se regó en toda la República. La protesta fue general y se escuchó como una sola voz, el dolor del alma ecuatoriana que condenaba el crimen y el sacrilegio, reclamando justicia. La Patria se vistió de luto, porque había sido herido el corazón en su fe y sus creencias.

EL AMOR  ES  ULTRAJADO, REPAREMOS AL AMOR

A las 5 de la mañana, según costumbre, Rosa Elena va a la Iglesia de San Francisco para adorar a Jesús Sacramentado. Cuando se acerca a la confesión, escucha estremecida la noticia del terrible sacrilegio que le cuenta su director espiritual. Hija mía, concluye el sacerdote, luego de perdonar tus faltas, vete, anda a reparar tanto ultraje. Tu tienes que ser hostia de desagravio. Rosa Elena, con los ojos llenos de lágrimas se dirige hasta el sagrario y de rodillas, entrega su Vida para reparar al Amor. Llevada de la mano del amor ofendido, Rosa Elena encuentra en su director espiritual el P. Salazar y el Padre Antonio M. Argelich, los instrumentos que utiliza Dios para encaminar su vida por la senda de la perfección. Cumpliendo la orden del P. Bernardino Gonzáles, Visitador de los PP. Franciscanos, se elige al Convento de San Diego para casa de una nueva Congregación.

INICIOS DE LA FUNDACIÓN DEL INSTITUTO

Los Padres Franciscanos y la Junta de Terciarios se reúnen en la Iglesia de Cantuña para tomar una decisión firme y duradera, las señoritas que se escojan deben po- seer un espíritu fuerte y emprendedor, eligen a 18 seño- ritas. Del grupo seleccionado por Padre Antonio M. Argelich Ofm. y la Junta de Terciarios, solamente tres señoritas Terciarias se dirigen a San Diego, Carmen Villacrés que lleva en sus manos una cruz de regular tamaño, Mariana de Jesús Jácome que va tiernamente abrazada de un cuadro de María Inmaculada y Rosa Elena Cornejo que estrechaba contra su corazón a un crucifijo. Así, armadas de coraje y valor, escalaban el camino del Calvario.

El Hno. Correa, Terciario Franciscano seglar que cuidaba la recoleta de San Diego, recibe a las jóvenes y con desagrado les conduce a un cuarto abandonado, ruinoso y deteriorado. Aún no repuestas de esta singular bienveni- da, las tres jóvenes inician la campaña de limpieza y ador- no. Y luego de una larga vigilia, el cuartito ruinoso, pobre y abandonado, luce como la casita de Nazareth.

Una vez puesto en orden el nuevo hogar las tres jóvenes terciarias organizan su vida espiritual. Recorren todas las mañanas el difícil camino que les lleva a la Iglesia de San Francisco. Acuden fervorosas a rezar y orar en el coro y entre rezo y canto van pasando raudos los días.

Tres religiosos franciscanos de reconocida santidad y ciencia son los pioneros de esta aventura espiritual, cuya memoria recuerda con cariño el Instituto de Religiosas Franciscanas. El Padre Visitador Bernardino González Ofm. quien ordena la fundación, el P. Antonio Argelich Ofm. el instrumento encargado de esta orden y autor del primer Reglamento y el P. José María Alberdi Ofm. a quien se le puede considerar como el verdadero fundador de la Congregación y su Primer Maestro de Novicias.

La renuncia total y el diario sacrificio empapado en lágrimas son como las manos generosas de la Providencia que llenan de consuelo al corazón humano. Luego de cuatro años de sacrificada espera, se realiza el milagro. Los Padres José María Alberdi y Antonio Argelich, acaban con los preparativos de la gran ceremonia.
El 4 de junio de 1901, la Iglesia de San Diego se encontraba engalanada de rosas y corazones. Las postulantes se arrodillan junto al altar y da inicio a la Ceremonia de la toma de hábito. Visten el hábito café y el cordón de armiño. Monseñor Rafael González Calisto, preside la ceremonia la que concluye con la lectura de Auto Arzobispal de erección de la nueva Congregación Franciscana.
Las primeras novicias franciscanas, tienen un año para meditar hondamente en las razones de su vida religiosa. Se nutren del amor de Dios y este beso del Amado les concede la energía suficiente para dedicarse a la acción.

 

BAJO EL SIGNO DE LA CRUZ

El golpe del dolor ha abierto de par en par su cora- zón, poniendo los límites precisos de su nombre. Corazón abierto en llaga, para llenarse del Amor de Dios. Conclui- do el Año de Noviciado, María Francisca de las Llagas y sus compañeras emiten su profesión religiosa para tres años el 5 de junio de 1902 para que ésta sea eterna, se abrazan para siempre con la cruz.

Cuando Dios elige a las almas para su servicio, les concede los dones de su amor. La Madre María Francisca de las Llagas comprende este compromiso y responde a este amor. Se propone amar a Dios con gándose al sacrificio cotidiano con total sumisión y asume la actitud de la lámpara que se consume junto al sagrario.

El año de 1903 es nombrado Provincial de los Fran- ciscanos uno de los sacerdotes más ilustres en ciencia y virtud, el Padre José María Aguirre. Deseoso de velar por la fiel observancia de su Comunidad, quiere convertir al Convento de San Diego, en centro de espiritualidad de la reforma franciscana. Y para cumplir su propósito exige a las religiosas franciscanas la devolución del Convento, les priva de la asistencia del Capellán y director espiritual y sin pensarlo se convierte en un instrumento de prueba.

¿Por qué prueba el señor a sus elegidas? ¿Acaso la nueva Congregación nació con el signo de la contradic- ción? Luego de seis años de constante sacrificio, el Camino esta poblado de cruces y espinas. Los sacerdotes franciscanos que ayudaron a la Congregación, están lejos y las religiosas deben buscar apoyo de otras comunida- des. El 27 de Marzo de 1904 muere Mons. Pedro Rafael González Calisto, el Arzobispo que tanto las había amado y protegido.

El 30 de Septiembre de 1905, la Madre María Francis- ca de las Llagas, la fundadora humilde y escondida, siente que el corazón se le abre en heridas, por la voluntad de Dios y de sus hermanas. Apenas tiene 24 años, y en el Capítulo ha sido nombrada Superiora de la Congregación. Aunque sus labios repiten confundidos el grito de Cristo. “Si es posible, pase de mí este cáliz ”, obediente y sumisa se abraza a la cruz del servicio.

En esta época difícil la Madre María Francisca de las Llagas, debe llorar por la subsistencia amenazada de su amada Congregación. A las insistencias del Padre José M. Aguirre, que exige que la comunidad abandonara el convento de San Diego, se junta la decisión del Arzobispo González Suárez que intenta suprimirla.

Sin embargo, Dios se había reservado el derecho de ayudar a una Congregación que le pertenecía por derecho y fue un ángel enviado por Dios, el Padre Julio Herbach, jesuita, el escogido para realizar el milagro. Convencido de que esta obra, era obra de Dios, las dirige espiritual- mente para salvar la tormenta e influye tanto en el Pre- lado, que al fin consigue que se rompiera el Decreto de disolución y se escribiera recto, en línea torcida.

La humildad perseverante de la Madre María Francis- ca de las Llagas, rinde, sus primeros frutos. El pueblo reconoce el valor de la nueva Congregación y le brinda su respaldo. El Padre José María Aguirre se convierte en el más sincero protector de las religiosas. Los Prelados se convencen de la virtud de las franciscanas de San Diego, y María Francisca de las Llagas consigue lo imposible.

Un 10 de Diciembre de 1911 la Madre María Francisca de las Llagas y sus compañeras hacen la Profesión Perpetua y se Consagran para siempre al Señor.

MAESTRA Y FORMADORA

El 12 de Octubre de 1912, María Francisca es nombrada  maestra de  novicias.  Difícil responsabilidad, pero posee una ciencia superior, la del testimonio de Vida de la cual estaba empapada.

Las palabras mueven, los ejemplos atraen, la Madre María Francisca de las Llagas comenzó a formar a sus novicias con el ejemplo de una Vida auténticamente consagrada. No decía hay que hacer, sino que hacía, hay que trabajar, y trabajaba, hay que orar, y oraba, hay que amar, y amaba. Y en este diario hacer de las cosas sencillas, con el ejemplo de su virtud y prudencia, modelaba el espíritu de sus hijas.

La Madre María Francisca de las Llagas, educadora y madre toma de la mano a sus novicias y les acompaña en este difícil camino del ideal. Les enseña a conocer el dolor del espino, la aspereza de las lágrimas, el diario tributo al trabajo se hace llevadero porque les enseña con la sonrisa del corazón. Les enseña que siempre van juntos el amor y el sacrificio. El sacrificio purifica el alma, les dice, para recibir al amor; y el amor de Dios cuando toma posesión de un alma, le hace capaz de los sacrificios más heroicos.

Qué dulces estas palabras en los labios de la Madre María Francisca. Hasta ahora nada hemos hecho herma- nitas. Comencemos, aprendiendo que el mismo amor es un regalo de Dios y que si nosotros amamos a Dios, le debemos al mismo Señor, que antes nos amó a nosotros. Así ha forjado el alma de sus novicias, preparándolas para esa Vida de sacrificio.

Y cada día regaba en el corazón de sus novicias el agua pura de la doctrina y el ejemplo. Y cómo no crecer y progresar si alguien nos convence con el testimonio de Vida. Y para que el rosal de sus novicias ahonde raíces les enseña a ser humildes. Humildes en su conocimiento propio, humildes en perdonar y pedir perdón, humildes a ejemplo de Jesucristo que voluntariamente se humilla to-mando nuestro cuerpo mortal.

Nuestra Madre

A la Madre María Francisca de las Llagas se le dio cariñosamente este nombre: “nuestra madre” , y en la mayoría de las veces: nuestra Madrecita, porque siempre fue madre de verdad. Engendró a sus hijas con amor y lágrimas; las cuidó todos los días, cultivando y alentando su vocación, se preocupó porque tengan cariño, y con el pan de cada día el amor.El amor de una madre es sinónimo de sacrificio, la Ma- dre María Francisca en prueba de materno amor, comparte el sufrimiento de sus hijas, les animaba en sus trabajos y gozaba en sus triunfos y alegrías. Por eso escribió: “Mi vida es un constante martirio a causa de mi exagerado amor por mis hijas… La Madre María Francisca de las Llagas no solamente se preocupaba porque sus hijas tuvieron el pan de cada día, sino que junta a su preocupación, ya almorzaste? ¿Qué tal la comidita? Le gustaba entregar el pan del amor. Ese pan sabroso que se hacía carta en la separación; corrección cariñosa cuando se ha caído en falta, voz de aliento para quien ha quebrantado el precepto, y sobre todo un corazón comprensivo que ayuda a recorrer el camino difícil y vertical que conduce al cielo.

Nuestra Madre María Francisca tenía para todas sus hijas, la palabra oportuna a flor de labios. Conocía el secreto de alentar al alma triste, de comprender al alma necesitada, de suscitar anhelos, en las almas sin esperanzas. Su mirada dulce y apacible sabía mirar con amor, mientras sus manos jugaban a las bendiciones y a las caricias.

Una prueba del amor maternal de nuestra Madre María Francisca es la abundante correspondencia familiar que mantiene con sus hijas ausentes, se conservan 990 cartas que son un Tesoro invalorable de amor. Generalmente constan de cuatro partes, una introdución, una amonestación espiritual, una amonestación de orden práctico y la conclusión. En cada una de sus cartas, envía un pedacito de su corazón y un recuerdo de amor maternal. Cuántos prodigios que se engendraron en sus entrañas maternales, para dar vida y simiente de santidad a su amada Congregación.

MISIÓN CUMPLIDA

Desde los inicios de la fundación, la Congregación fue sometida a la prueba. Los mismos sacerdotes franciscanos, gestores de esta empresa, abandonaron el barco para mirarlo cómo se hundía. Sin embargo, el temple de acero del espíritu de la Madre María Francisca de las Lla- gas y sus compañeras, que, con constancia y entre rue- gos y lágrimas; sostuvieron los pilares que amenazaron ruina. ¿Por qué no se acababa de comprender que una obra que comenzaba a dar buenos y abundantes frutos, era inspirada por el Espíritu Santo?.

Pero la fundación eraobra del Señor y su voluntad tenía que cumplirse. Luego de reiteradas súplicas de la Madre María Francisca de las Llagas y gracias a la intervención del Padre José de Coch, Visitador de los franciscanos en el Ecuador, el 10 de Enero de 1913, la Congregación recibe un so bre oficial de la Curia Generalicia, con lo siguiente: “Fray Pacífico Monza, Ministro General de toda Ordende Frailes Menores, al venerable Instituto de Religiosas Franciscanas Misioneras de San Diego; en la República del Ecuador, salud y apostólica bendición. Deseando ayudar a vuestra loable adhesión hacia la Orden Seráfica, y accediendo con entera voluntad a vuestras súplicas que recientemente nos habéis dirigido… a vosotras y a todas vuestras hermanas que, en lo sucesivo hayáis de recibir, les agregamos a nuestra Orden ”. Y firmaba Fray Pacífico Monza.

Otro hecho sin- gular para el Ins- tituto el regalo del Papa Juan XXIII, el Papa de los po- bres, el Papa bue- no, el 25 de Mayo de 1962 deja en las manos de la MadreMaría Francisca de las Llagas, el decreto de la Aprobación Pontificia de la Congregación. Bien puede Nuestra Madre María Francisca presentarse ante el Divino Capitán para decirle Señor, Misión cumplida.

EL CÁLIZ DE LA HUMILLACIÓN

Humildemente hace  un recuento de su Vida de Superiora, No, nunca  quiso ser servida,  sino que prefirió servir. Nunca quiso herir el corazón  de una hermana;  porque buscó preferentemente sentir la herida en su propio corazón.

La Madre María Francisca de las Llagas, a pesar de su permanente humildad, ha sido nombrada Superiora en varias opotunidades. Desde 1905- 1915 Superiora de San Diego, en 1921, Superiora de la Congregación, en 1926, Superiora de Sangolquí, en 1923 Superiora de San Diego; en 1933 Superiora General de la Congregación y en 1942 con el beneplácito de Mons. Carlos María de la Torre, Ar- zobispo de Quito, es nombrada Superiora General Vitalicia, nombramiento que será ratificado en 1948 y 1952.

Con lágrimas y súplicas, la Madre María Francisca había acompañado repetidas veces su renuncia al Superio- rato Vitalicio, para ser el instrumento de la unidad en su Congregación. El mar tempestuoso cesó en su tormenta, Mons. Carlos M. de la Torre fue el enviado de la Providencia, para presidir el Capítulo de 1948 y quien con la autoridad y santidad de que estaba investido, ratifica a la Madre María Francisca como Superiora General Vitalicia. Al confirmarla como Superiora Vitalicia explicó las razones de su decisión “ No soy ningún intruso aquí obro por autoridad a mi confiada. Confirmo con el mayor beneplácito la elección de la Superiora General”. Y concluía con estas hondas palabras: “Hay vidas que de por sí ya son un ejemplo y programa, tal es la vida y actuación de la Madre María Francisca, mientras tengamos luz, sigamos el Camino del amor”.

¿Por qué el Señor exaltaba tanto a la Madre María Francisca de las Llagas. Si era una mujer sencilla, enveje- cida en el sufrimiento, por qué su mismo Padre y Prelado Mons. Carlos María de la Torre le consideraba la luz indispensable de su Congregación que avanza al encuentro con el amor? poque simplemente, a imagen de Cristo, se humilló a sí misma y se apretó más intimamente a la cruz.

AMOR MARIANO

Ningún cristiano puede olvidarse de María, ningún corazón humano puede vivir sin su amor.

La Virgen María es la Madre de Dios y Madre nuestra. Es el regazo de nuestros sueños, la ternura vigilante que nos regala su amor, para calentar nuestro corazón pequeño.

Es la madre que conduce al cielo.

Nuestra Madre Fundadora amaba entrañablemente a María, vivía pretada a su materno corazón. María era el modelo de su Vida, la única criatura que pudo enamorar a Dios, por la pureza de su amor. Y por eso, le prometió entregarle toda su vida y dejar bajo su patrocinio y protección, a su querida Congregación. Qué hermoso era escuchar a la Madre María Francisca de las Llagas, su amor y confianza a la Madre de Dios. Es la Virgen de la Esperanza, que tiene el corazón maternal dispuesto a velar por su amada Congregación. La Virgen María, enseñaba a sus religiosas, tiene un corazón maternal que intercede, proteje y ampara. La Virgen María, es la verdadera formadora de sus hijas. Así como María formó a su hijo Jesús, y le hizo crecer en ciencia y virtud delante de Dios y de los hombres, así como en la casita de Nazareth, de igual manera, cumple este oficio la Virgen María en todas las Casas de la Congregación.

Con  todo  el amor  de  su  alma,  la Madre  María Francisca  de las Llagas  pedía a sus hijas: “hijitas mías, acudid con  confianza a María,  conocedla profundamente y amadle cada  día más”.

ESPÍRITU REPARADOR

El corazón de la Madre María Francisca de las Llagas se inmoló para siempre, por un acto reparador. Y reparar el ultraje al Amor, será entonces la consigna de toda la Congregación. Esta es la razón por la que, cada acción particular o comunitaria de las franciscanas hecha por amor es acto de reparación.

Y es reparación el sentir a lo largo de toda la vida el peso de una cruz. Es el peso de una cruz, que por seguir a Cristo, se hace ligera. Y es reparación aquello de extender las manos en actitud de plegaria, cuando en el camino estrecho y vertical quiere apropiarse de nuestros latidos el cansancio y la fatiga.

Y es espíritu reparador, aquel afán crucificado de acudir cada mañana a la Eucaristía del Maestro, para dejar que se abra en heridas el corazón y sangren las manos, en el diario sacrificio de servir a nuestros hermanos.

Y es reparación, aquella dádiva de todo nuestro ser, que debe despojarse de todo egoísmo para construir un mundo maravilloso, pero a la vez, tan difícil, el mundo de la fraternidad. Ser para las demás y vivir como hermanas es el nervio fundamental y el martirio primario del espíritu reparador que anima el espíritu de Nuestra Madre Fundadora María Francisca de las Llagas.

Y se comprende también el por qué del alto vuelo de su espíritu que va al infinito para vestirse de inmortalidad, requiere de esfuerzo y de un constante sacrificar las vigilias y los sueños; Sin embargo, aquel consumirse en el ara reparadora, llevar el peso de la cruz , el afán de servicio, el contruir el mundo de la fraternidad aunque duelan las alas, son las espinas de la Vida humana que florecen en cancion.

VEN, ESPOSA DE CRISTO

El mes de Octubre de 1964 la Madre María Francisca de las Llagas comienza a vestirse para la cita final con el Amor. Ha gastado su Vida en la reparación, ha germinado, en una maravillosa Congregación y es hora de regresar a Dios.

Pero, ¿A quien dejará la Congregación, le preguntan sus hijas, si ella es el centro vital de su misma exis- tencia? de nuestra Madre Fundadora surge la contestación confiada: “ Al Sagra- do Corazón de Jesús. Obra suya es. Se la devuelvo”. Y al decir estas palabras poco a poco traspasa el umbral de la agonía.El sábado 24 de Octubre de 1964, luego de una penosa y larga enfermedad que coronó sus dolores y sacrificios, asistida por el Padre Miguel Díaz y por su sobrino carnal Padre Raúl Paredes y rodeada por el cariño y las lágrimas de sus hijas, Nuestra Madrecita siente por última vez el beso de la Vida y su corazón crucificado da gracias a Dios por este regalo que le permitió amar a Dios y servir a sus hermanos.

Y dulcemente alegre, se consumió el último aliento en el acatamiento a la voluntad del Padre. María Francisca de las Llagas se quedó dormida, mientras las campanas del cielo anunciaban las Bodas Celestiales de la Santa Fundadora.

Murió una mujer ecuatoriana, heroica en virtudes y testimonio de santidad, escribió el Pichincha en lo más hondo de sus entrañas, y gritando el mensaje con sus pulmones de fuego y de ciclones, vio encenderse una luz en el cielo ecuatoriano.

Así concluye una vida simple, sencilla, pobre, y humilde que quiere ser hostia de propiciación y víctima de reparación del amor ultrajado. Así caminó por los senderos de nuestra patria, un angel que se llamó Rosa Elena, y que en el sueño de una flor, se convirtió en María Francisca, y en llaga permanente de amor. Así concluye el sueño de una flor.

Las religiosas depositaron su cuerpo en la Capilla junto a la Iglesia de San Diego. Aquí yacía la Madre Ma- ría Francisca de las Llagas Cornejo, la esposa de Cristo que fue llevada al cielo, escuchando las palabras del Señor: “Ven amada mía”. El 29 de Abril de 2015, se exhumaron de San Diego los restos mortales de nuestra Venerable Madre fundadora para trasladarlos al Santuario Eucarístico de Cununyacu (Tumbaco). Aquí yace la santa ecuatoriana a quien ha levantado ya un altar el alma ecuatoriana, acogiéndose a su protección.

Que María Francisca de las Llagas que recibió el Carisma de Adorar y Reparar a Jesús ultrajado en la Eucaristía y de servir a los hermanos más pobres y ne- cesitados, interceda para que la vivencia de este Carisma sea en la santa iglesia el camino para conocer más a Jesucristo “Camino, Verdad y Vida”. (Jn 14,6)

Con cariño a nuestra madre. Biografía escrita por Hna. Aida Cisneros Hidalgo R.F.M

Cristo te llama.

Hermanas Franciscanas de Ecuador